El arte, a veces por soberbia del artista, otras por ignorancia nuestra, del público, coquetea con la incomprensión y la sospecha. Nos colocamos frente a una exposición de pintura contemporánea y, ¿qué es esto? ¿Qué quiere decir ese trazo rojo intenso? ¿Cuál es la denuncia del pintor? Incluso necesitamos fingir un conocimiento inventado para alejarnos de parecer unos catetos. Sin embargo, la pintura siempre vuelve.

Nacho Pola (Sevilla, 1998) se posiciona como uno de los pinceles más prometedores y brillantes del panorama pictórico andaluz. Sus lienzos recogen un aroma de recuerdos que nos hacen familiarizarnos rápido con ellos. Es difícil olvidar cómo eran nuestros veranos cuando niños, la casa de nuestros abuelos o la más llana cotidianidad. Por eso, Nacho, hace que la pintura vuelva a nuestras vidas.

‘Iván, sentado en su zanahoria gigante’ (2021)

De casta le viene al galgo

Comenzó en casa, gracias a un legado familiar que le viene de cuna. El acrílico le viene en la sangre. Después de graduarse en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, pinta en la azotea de su casa. Allí tiene su taller, que deja ver a su círculo de la más íntima confianza, como es el caso de este redactor. Un espacio diáfano, abierto a la creatividad, donde guarda sus experimentos. Su guarida también es un lugar para la contemplación de sus obras, que corrige paciente y sin ansias.

Para Nacho, la estética es sinónimo de ética; la belleza es, en sí, algo positivo. Su vocación artística tiene el propósito de hacer el bien y brindar placer en aquellas personas que consumen sus cuadros. Es por ello por lo que cuida los detalles de sus composiciones y los llena de información, para que cuenten una historia paralela a la que está trazada.

‘Carmen’ (2020)

‘Filo, haz la cama’ (2021)

Su estilo

Su estilo y su paleta de colores recuerda a esa alegría infante e inocente en la que crecimos. Sus fotografías favoritas son escenas cotidianas que, en realidad, guardan historias importantes para quienes las protagonizan. Por eso, colocarnos delante de un cuadro de Nacho Pola significa poder mantener una conversación con las figuras representadas; porque hemos estado ahí, presentes en las escenas que el artista nos trae a través de su pincel.

‘Posmodernidad amarilla’ (2021) en la exposición Danzando en el salón del ahora

Danzando en el salón del ahora

La última exposición de este joven pintor pudo disfrutarse el pasado mes de marzo en la Sala Patricio del Espacio Howden, en Sevilla: Danzando en el salón del ahora. Aquella serie fue un repaso por algunos de los instantes más puros y sencillos de la vida del artista. Y de la tuya, seguro. Cada pintura tiene su momento, su fuente literaria, musical o dramática. Por eso, contemplar un cuadro de Nacho Pola es, realidad, un viaje a través de nuestras vidas. En este mundo tan líquido, tan cambiante, efímero y caduco, que se nos escapa entre los dedos, pocas cosas se antojan más desafiantes que volver a lo cotidiano con la delicadeza. A lo normal. A la paz.

Esta exposición se dejaba saborear con el gusto de quien se siente en casa, con mucha ambición y pocos límites. Como espectadores, tenemos el permiso de entrar en las conversaciones que mantienen las personas retratadas por Nacho, participar en ellas y sentirnos únicos. Porque estamos vivos y pensamos que es posible.

‘¿Me puedo ir ya? (2020)